De lluvia y de tangos
Por Ana María Gómez Vélez, especial para GACETA
El escritor rompió su silencio. Natural de la Isla de Buenaventura, Medardo Arias Satizábal acaba de publicar la novela 'Que es un soplo la vida', en la que lleva al lector a través de ese viaje hacia la creación que es la vida entera de Carlos Gardel y su viaje final hacia la tumba.
En Cali, la Fundación Hispanoamericana hará presentación de la obra el jueves 13 de diciembre, a las 7:00 p.m. Antes de regresar, habló de este nuevo libro.
-Hay mucho de su natal puerto en la lluvia que acompaña toda la vida de Gardel en esta novela
-Es necesario entender que para los nacidos en la costa del Pacífico colombiano, la lluvia es también otro instrumento musical. Nada se compara a la música nocturna de la lluvia sobre los techos de cinc. Es un verdadero arrullo. La lluvia está unida a toda mi vida. Todavía, cuando regreso al puerto, mi madre ha conservado para mí una habitación cercana al arrullo de la lluvia. Ahí vuelvo a sentir esa música que me acompaña desde la niñez, la misma lluvia de mis padres y abuelos, la que acompañó el retorno de los restos de Carlos Gardel en 1936, en la búsqueda de un barco con destino Montevideo.
-¿Por qué Carlos Gardel? ¿Qué lleva al tango a una persona que ama la música del Caribe?
-Su pregunta es discriminatoria e inocentemente peligrosa. No se puede olvidar que por tratar de homologar una sola cultura en el mundo, Hitler por poco acaba con todo un pueblo. No creo en las culturas unitarias o totalizantes. El mundo de hoy tolera más las fusiones que ayer, el sentido de lo plural artísticamente hablando. Sería como preguntarles a los nuevos escritores de Jamaica por qué les importa tanto el mundo de los celtas y sus leyendas. El que abracemos una cultura determinada, musical en este caso (la del Caribe), no comprende necesariamente el rechazo a otras.
En lo que respecta al tango, siempre he encontrado en esta expresión mucha poesía, una aproximación llena de lugares comunes y muchas veces desgraciada sobre el nacimiento de las barriadas del sur de América, de su existencia como conglomerado urbano moderno, pero de todos modos valiosa. Bastaría citar los poemas-tangos de Santos Discépolo, una obra maestra como 'Cambalache', por ejemplo, para entenderlo, o volver a la 'Milonga de Jacinto Chiclana', de Borges.
Los textos de Roberto Arlt, Felisberto Hernández y Jorge Luis Borges, para mencionar sólo algunos autores destacados, convergen en distintas épocas en lo que Manuel Mejía Vallejo denominaría 'Aires de tango'.
-¿Acaso hizo usted un convenio con algunos escritores para retomar a Carlos Gardel, como en su época lo hicieron los miembros del 'Boom' latinoamericano para escribir sobre los tiranos?
-Tengo escaso contacto con escritores, así que mal podría tener convenios con ellos. Por primera vez en mucho tiempo estoy haciendo exclusivamente lo que me gusta: leer y escribir. Durante mi tiempo de residencia en los Estados Unidos he leído todos los libros que antes no había podido leer; estoy centrado en la tarea periodística y en la literatura. Soy cronista de Terra', el portal de internet, en el canal de Estados Unidos, mantengo una columna semanal en el diario 'Hoy' de Nueva York y también me solicitan corresponsalías para revistas estadounidenses y colombianas. Ello, sumado al hecho de que en el momento avanzo en la escritura de dos novelas de largo aliento, ocupa todo mi tiempo profesional.
-No explicó por qué escogió a Carlos Gardel...
-AI fondo de la vida prostibularia del puerto de Buenaventura, de La Pilota, su famosa zona de tolerancia, llamada así en honor a la mujer de un piloto o práctico está el tango, mucho antes que la música caribeña. Tengo memoria de viejos sitios de tango en Buenaventura, todos con retrato de Gardel al fondo: el 'Bar Magaldi', uno de los más antiguos, llamado así en homenaje a Agustín Magaldi; 'Aurora', un viejo amanecedero de marineros en La Pilota, donde también se danzaba aquello de "qué bien se baila sobre la tierra firme/ mañana, al alba, tenemos que zarpar...". Y los ya desaparecidos cafés como 'El Volga', 'Brístoí', 'Luna Park' y 'Pilsen', sitios todos con su traganíquel Wurlitzer, donde tronaba el tango a toda hora. De ellos recuerdo, a retazos, tangos como 'Yira, yira', 'Volver', 'Uno', 'La pastora', 'Cambalache', y quizás el más bello, 'Niebla del riachuelo', donde se habla de los barcos carboneros, vapores que ya no existen.
La afición por los tangos en Buenaventura era más que todo de gentes llegadas del interior, paisas comerciantes, desarraigados de la primera violencia y, desde luego, de esa comunidad internacional en tránsito que conforman siempre los marineros. El compositor del himno de la isla, 'Mi Buenaventura', Petronio Álvarez 'El Cuco', era reconocido también como 'El Gardel del Puerto', pues en sus guitarreos nocturnos junto a 'Caballito' Garcés y el joven Tito Cortés, el cantor de 'Alma tumaqueña', interpretaban también 'Cuesta abajo' y todos esos tangos que llegaban ya en discos, a través de la radio, en el cine.
Pero una razón poderosa me llevó a escribir una novela con Gardel: saber con certeza, a través de una noticia de prensa fechada en Buenos Aires, hace diez años, que el cadáver de Carlos Gardel estuvo en el puerto de Buenaventura en 1936, a la espera de un barco con destino Montevideo, misión que debió cumplirse a través de Nueva York, cruzando el Canal de Panamá, hacia el Atlántico, pues no fue posible hallar el barco que bajara por todo el Pacífico, diera la vuelta en el Cabo de Hornos y buscara el estuario de la Plata. Otra opción, descartada, era la de llevar el cadáver desde Buenaventura hasta los puertos chilenos de Valparaíso, Arica, Viña del Mar o Puerto Mont, pero ello hubiera significado otro peregrinaje, por tierra, hacia el interior de la Argentina.
-¿El poeta que acompaña el cortejo fúnebre es un fantasma? ¿O es su 'alter ego'?
-El poeta es un pretexto para colar en la historia a un representante de esa generación casposa de románticos solemnes, altisonantes, que desgraciadamente convirtieron a Colombia en un supuesto 'país de poetas'. Dicen que el Maestro Valencia aseguraba que en Colombia el que no es poeta, es 'hijo e'poeta'. Mas, ya seriamente, la novela argumenta otros homenajes a poetas que de alguna manera fueron protagonistas del tiempo gardeliano: León de Greiff, el 'Tuerto' Luis Carlos López, Álvaro Mutis.
-¿De verdad siente "que veinte años no es nada"? ¿Que "es un soplo la vida"?
-Sí; puedes hacer el experimento. Cierra los ojos, los abres, y te das cuenta que atrás, de pronto, ha quedado toda la infancia, un reguero de amigos vivos o muertos, amores que se fueron, como 'Espumas', esa obra maestra de Jorge Villa-mil, calles que ya no existen, lugares que nunca más volviste a transitar. El mundo cambia, como ese soplo que es la vida.
-¿Viajó usted a Puerto Rico y a Nueva York para reconocer los lugares donde estuvo el cantor?
-Visité Puerto Rico en el verano de 1998. Aunque para mi estada hice un anclaje en Bayamón, pude visitar Santurce, Río Piedras, Mayagüez, el viejo San Juan y, fundamentalmente, Ponce. Esta última ciudad, donde Gardel brindó varios conciertos, es como la Popayán de la isla, con una arquitectura bellísima conservada en las viejas casonas de estilo español que otro día fueron de los propietarios de ingenios. Ponce es una ciudad culta, con historia, tiene bellísimos teatros y viejos hoteles. Tuve la suerte de alojarme ahí en lo que va quedando del viejo hotel donde recaló Gardel con sus guitarristas.
En Manhattan es fácil seguir la ruta de Gardel; el lugar donde vivió, el sitio donde estaban las oficinas de la Paramount, con la que hizo sus películas, los lugares italianos que frecuentaba. La memoria de Gardel está viva en Nueva York, ciudad donde perviven sitios donde se va a bailar tango. Exclusivamente.
En la novela 'Que es un soplo la vida' Arias Satizábal crea imágenes que son magia pura, sueños, cine. Como las del hombre perdido entre pañuelos o las de aquellos baúles con cartas borrándose bajo el agua. Da al texto ese tempo y esa cadencia inasibles que sólo logra la nostalgia mezclada con los tangos. Y como música de fondo que acompaña toda la melodía de la obra: la lluvia. G
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